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Y el otro, ¿para cuándo?

08/9/2013agosto 10, 2013

 Por Adriana Vera Orozco.

elotroparacuando

Siempre me imaginé que tendría una hija. Creo que a la mayoría de las mujeres nos pasa. Serán las ganas de vestirla como a una muñeca, la necesidad de transmitirles todo nuestra legado femenino, no lo sé. La cuestión es que me convertí en madre dando a luz a un niño. Después de su nacimiento me quedó más claro que nunca que no podría quedarme sólo con un hijo. Y no se trataba exclusivamente del asunto de “buscar a la nena”, sino sobre todo de darle un hermano a Joaquín… y de paso, de gozar de nuevo la divina experiencia del embarazo, disfrutar la delicia de tener un recién nacido y de tener la oportunidad de aplicar con más tranquilidad y espíritu zen todo lo que ya había aprendido con mi primogénito.

Tres años y diez meses después nació Álvar y nos despedimos para siempre de los moños y los vestiditos. Ha sido divino ver cómo mis niños no solamente se acompañan como hermanos, sino también como cómplices del género. Como a escasos veintidós meses de haberse conocido, ya comparten muchos gustos “masculinos”. Y si bien siento que tuve lo que tenía que tener y que mi familia está más que balanceada y completa, siempre está ahí la idea de que podríamos tener otro bebé. Hasta el más ajeno a la familia pregunta “¿Y no van a buscar a la niña?”, y supongo que les pasa también a los que tienen solo un hijo (entonces la pregunta es “¿Y el otro, para cuándo?”), a quienes tienen dos niñas (“¿Quién va a dar continuidad al apellido?”), y a los que tienen uno y uno. Pareciera que la gente (sobre todo las personas mayores) siempre quisiera que las parejas sanas y jóvenes sigan teniendo hijos. Y  claro que se antoja- es mucha la ilusión que implica la llegada de un nuevo ser a nuestro universo: a quién se parecería, qué carácter tendría, cómo vendría a complementar a la familia.

Dicen que el tercer hijo siempre “se cuela”. Que rara vez es planeado. Y creo que es cierto: he observado que sucede entre las familias de la escuela, y a veces me pregunto como sería si nos sucediera a nosotros.

Entonces hago todo un balance mental y llego a la conclusión de que no pasaría nada y pasaría todo. Que nos costaría acoplarnos como cuando nos convertimos en papás del primero, igual que cuando tuvimos dos; que nos llevaría un tiempo regresar a lo que se suele llamar “normalidad”, y que al final gozaríamos tremendamente con un integrante más a bordo.  Hay estudios científicos que aseguran que entre más hijos se tienen, más feliz se es.

Sin embargo, al final estoy convencida de que eso de que nosotros planificamos la familia es una gran ilusión. Creo que eso de “los que Dios te mande” tiene gran cantidad de verdad. Uno tiene los que le toca. Un ser viene al mundo porque tiene que venir. Y a pesar de lo azaroso de una concepción, hay algunos bebés que vienen justo cuando los llamamos. Es en ese caso que las siguientes consideraciones vienen al caso:

–       Haz consciente que tener otro hijo implica fuertes cambios, tanto económicos como emocionales. También es importante pensar que es sólo una etapa antes de volver a la estabilidad.

–        Redefine roles y reparte responsabilidades con tu pareja y con los niños que ya sean capaces de hacerlo.

–        Involucra a tus hijos mayores con el desarrollo del bebé desde el embarazo. Enséñales fotos de los ultrasonidos, explícales cómo será cuando llegue el bebé.

–        A los niños les hará más ilusión todo el proceso si se les da regalitos eventuales “de parte del bebé”, en especial el día del nacimiento.

–        Prepara el entorno físico antes de que nazca tu bebé (en algunos casos incluso se necesitará mudarse de casa).

–        El bebé nuevo requerirá cuidados físicos especiales, pero es muy importante mantener atención emocional a todas los integrantes de la familia según el orden de aparición (primero a la pareja, luego al hijo mayor, y así sucesivamente, y al final el bebé).

–       Nunca te paralices por el miedo. Como ya decía antes, todo se acomoda y poco tenemos que ver nosotros con ello.

–       Jamás te conviertas en una mártir y te cuelgues todo el trabajo tú sola. Pide y contrata ayuda. Reparte responsabilidades y apóyate de quien se deje.

–       Nunca dejes de ser tú. Cuando están chiquitos cuesta trabajo, pero siempre se puede volver a nuestra esencia.

¿Después de leer esto, qué opinas? ¿Te animarías a tener otro hijo?

 

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