Durante los últimos años, el problema del bullying ha ganado protagonismo en los medios de comunicación, en las conversaciones familiares y hasta entre los legisladores. En Estados Unidos, las campañas contra el abuso que cubren las paredes de las escuelas y en las que se les enseña a los niños cómo evitar y cómo actuar frente a este problema están organizadas por el gobierno nacional. Los estudiantes, los maestros y los padres cuentan con recursos para identificar y evitar las agresiones. En otros países, también hay campañas informativas, y distintas iniciativas y acciones para evitar el bullying.
El bullying son las agresiones físicas o emocionales sufridas por los alumnos en las escuelas. Por lo general, la víctima oculta la situación ya que le genera vergüenza. En casos extremos, niños y jóvenes se han suicidado como consecuencia de la presión y de los abusos. El bullying no es un tema menor, y no debemos tratarlo como “peleas sin importancia entre niños”.
¿Cómo podemos darnos cuenta de que nuestro hijo o hija está siendo víctima de abusos por parte de sus compañeros? ¿Y qué podemos hacer nosotras como madres para evitar que esto les pase?
No todos los chicos comunican que están sufriendo abusos o aprietes. Pero hay muchos indicios a los que debemos estar atentas. El sitio estadounidense StopBullying.gov da varias herramientas para enfrentar este problema que tanto preocupa a niños y padres y enumera varias señales de alerta que pueden significar que un niño o joven están siendo víctima de ataques. Algunas de esas “banderas rojas” o señales de alerta son: heridas inexplicables; pérdida o rotura de ropa, joyas, dispositivos, libros; dolores estomacales o de cabeza frecuentes, enfermedades frecuentes o si tu hijo simula estar enfermo; cambios en los hábitos alimenticios (pérdida del apetito, atracones o volver demasiado hambriento del colegio, que puede ser señal de que tu hijo no ha comido); problemas para dormir o pesadillas; un repentino descenso en sus notas, pérdida de interés en la escuela o resistencia a asistir a clases; pérdida repentina de amigos y miedo a las situaciones sociales; baja en la autoestima; prácticas de autoagresión o si tu hijo empieza a hablar de suicidio.
Si bien muchas o algunas de estas señales pueden estar presentes, ten en cuenta que hay muchos niños que no demuestran estar siendo atacados. Es fundamental que estés a tono con las emociones de tu hijo o hija para darte cuenta en caso de que algo no esté bien.
¿Qué puedes hacer para ayudar a tu hijo?
Habla con él. Con toda la tranquilidad de la que seas capaz, intenta enterarte de todo lo que está pasando. Explícale que se trata de algo en lo que tienes la obligación de intervenir. Habla también con las autoridades de su escuela, que deben estar enteradas para poder poner fin a las agresiones. La institución debe garantizar la seguridad de los estudiantes, así que no temas estar metiéndote donde no debes. ¡No hay excusa para las agresiones!
Ayuda a tu hijo a mantener una autoestima saludable. ¿Por qué? Porque hay veces en las que los pequeños se convierten en víctimas porque están acostumbrados a los malos tratos. Incúlcale a tu pequeño la noción de que nadie (pares, familiares, maestros) tiene derecho a maltratarlo, ya sea física, verbal, emocional o psicológicamente, en ninguna circunstancia. Dale a entender que siempre puede contar con tu ayuda y con la de sus maestros y otros adultos responsables en la escuela frente a problemas.
Enséñale a defenderse. Y esto no es golpear al atacante, que posiblemente sea más grande que él, sino exponiendo las agresiones y pidiendo ayuda. Expresando “esto no me gusta” o “me estás agrediendo”. Y contándoles lo que sucede a sus amigos, a sus maestros y a sus padres.
Establece canales de comunicación que se sientan abiertos, cómodos y seguros, y demuéstrale activamente a tu hijo cuánto lo quieres y lo importante que es su bienestar para toda la familia.