Pocas preguntas tienen respuestas tan personales como qué cantidad de hijos tener. No hay fórmulas que puedan hacerse, ni sirve la experiencia ajena. Lo que para una pareja puede ser demasiado, para otra es demasiado poco. Acá no vale seguir tendencias ni recomendaciones: la respuesta depende únicamente de los involucrados.
En la actualidad, lo común es que las familias sean menos numerosas que en el pasado. Es normal que ambos padres trabajen, y que también queramos dedicarnos mucho más que antes a nuestros hijos: queremos compartir tiempo de calidad con ellos y no perdernos ningún momento de sus vidas.
Todos tenemos ideas de qué tipo de familia deseamos, pero cuando nos convertimos en adultos y planificamos nuestras familias reales debemos reconsiderarlas.
En la decisión, la clave suele estar en la capacidad que tenemos como padres de dedicarnos a nuestros hijos. Si ya tenemos un hijo o dos, ¿sentimos que contamos con la energía para empezar de nuevo y dedicarnos por completo a otro más? ¿O nos parece que nuestra familia ya está completa?
Es fundamental también pensar en el bienestar del grupo familiar: ¿vibraremos de felicidad entre una caótica multitud de niños o nos llevaremos mejor con el ambiente más tranquilo de tener uno solo?
¿Nos sentimos capaces de nutrir emocionalmente a varios hijos? Cada hijo es una persona diferente, que tendrá sus propias necesidades, fortalezas y su personalidad particular. Entonces, es probable que lo que sirve para no sirva para dos (tres o cuatro) y que debamos desdoblar nuestro tiempo para atender las particularidades de cada uno.
Y al pensar en los niños: ¿quieres que tengan hermanos? En caso de que sí, ¿cómo te gustaría que fuera esa dinámica? ¿Una relación entre dos o con más participantes? Aquí seguramente influirá tu experiencia como hija de una familia numerosa o de pocos niños.
Nada nos cambia tanto la vida como los hijos. Quienes los tenemos, sabemos que hay un antes y un después: al convertirnos en madres y padres, nuestras vidas dejan de pertenecernos para ser de ellos. Todas nuestras prioridades se reconfiguran y dejamos de ser tan importantes como antes: tenemos otras personitas que dominan nuestros intereses, responsabilidades y cada momento de nuestras vidas.