La violencia contra la mujer tiene unas raíces profundas en nuestra manera de pensar, actuar y comunicarnos, razón por la cual a veces hombres y mujeres llegan a justificarla o incluso a promoverla como un medio de control social.
Por ejemplo, una mujer que es agredida por su marido y no lo denuncia pensando en “hice algo malo para que él me golpeara”, o cuando justificamos un caso de violación a una mujer y pensamos “mire como se viste! es que cómo no la iban a violar si se viste así”.
Si bien hay mujeres que pueden infringir violencia contra otras mujeres (ej.: castigos físicos por parte de una madre hacia una hija) e incluso contra hombres, la inmensa mayoría de los casos de violencia contra las mujeres son provocados por los hombres.
Tristemente, vivimos en una sociedad que envía fuertes mensajes sociales de apoyo a los hombres que cometen abuso sexual, acoso y otras formas de agresión como la verbal y la psicológica hacia las mujeres, basados en el paradigma de que los hombres siempre tienen la razón, el poder y la autoridad para determinar qué puede y debe pensar, sentir y hacer una mujer.
Este tipo de mensajes se ven en las noticias, la publicidad y hasta se escuchan en la música, reforzando el hecho de aceptar la violencia hacia las mujeres como un hecho inevitable y aceptado socialmente.
Algunas causas que inciden en la conducta violenta de un hombre hacia una mujer
Este tipo de acto puede ser el resultado de que el hombre atraviese por :
- Problemas psicológicos
- Algún tipo de frustración sexual
- Haya recibido algún tipo de abuso en su niñez
- Se sienta presionado por algún aspecto emocional
- Tenga dependencias hacia el alcohol o las drogas
Pese a todas estas razones, NINGUNA puede justificar el ataque violento de un hombre hacia una mujer.
Consecuencias comunes tras una experiencia de violencia contra una mujer
La mayoría de los actos de violencia contra una mujer se viven en el espacio de la crisis privada y en la intimidad familiar. El problema de esto es que las víctimas se sienten solas, aisladas y sin posibilidad de buscar ayuda ante la vergüenza que se asocia con la sexualidad y la victimización en nuestra cultura.
El desorden de estrés postraumático
El aislamiento que se vive tras un acto de violencia, es una de las herramientas más poderosas de los atacantes. La re-experimentación recurrente y angustiosa de las imágenes, palabras, pensamientos y percepciones de ese momento profundizan el trauma y a esto se le conoce como “estrés postraumático”. Pesadillas, alucinaciones, recuerdos, irritabilidad, problemas de concentración y respuestas negativas a los recuerdos del trauma son algunas de las manifestaciones de éste desorden.
Estas son algunas reacciones comunes, aunque no limitadas, tras los ataques violentos :
- Miedo, terror y sentimientos de inseguridad
- Sentimientos de culpa y vergüenza
- Rabia que puede convertirse en depresión, que incluso puede llegar al suicidio
- Dependencia de sustancias como el alcohol o las drogas
- Desordenes alimenticios
- Auto-agresión
- Cambios en la sexualidad e intimidad
La violencia contra las mujeres TAMBIÉN afecta a los hombres: No sólo porque hiere a las mujeres presentes en sus sus vidas, sino también porque los limita a tener relaciones destructivas con sus esposas, hijas, hermanas, amigas, madres o colegas.
Fuente: Mujeres con Derechos