Desde chiquitas nos dicen que somos princesas y que algún día un príncipe azul vendrá a salvarnos y a llevarnos a su castillo, donde viviremos felices para siempre. Este cuento ha traído muchos problemas, ya que las mujeres sentimos que cuando algo malo pasa, tenemos que esperar que alguien más nos salve. Crecimos sintiéndonos indefensas, siempre esperando que alguien venga a salvarnos y cuando no llega, nos sentimos tristes y desesperanzadas.
Creemos que algún día llegará el príncipe azul, lo que hace que no le hagamos caso al príncipe amarillo, verde o morado. ¿Acaso no vivimos en un mundo lleno de personas diferentes? ¿Por qué rechazar, antes de realmente conocer, a una persona solo porque no era exactamente como la habíamos imaginado que sería? Si abres tu corazón a príncipes de otros colores te llevarías grandes y lindas sorpresas. Al final muchos príncipes azules que conoces se despintan porque no eran de su color original.
También crecimos imaginándonos que nuestra vida sería perfecta, tal cual la historia que nos contaron: el príncipe encantador que te desposaría antes de los 20 años, el castillo más grande del reino y el vestido de ensueño hecho por pajaritos que cantan. Finalmente, cuando nos damos cuenta que nuestra vida no es así, nos deprimimos. ¡Y es que el cuento que nos dijeron no existe! Nos obsesionamos con vivir la historia perfecta y dejamos pasar aventuras porque no eran cómo lo habíamos imaginado que sería nuestra vida.
Poco a poco estoy viendo menos princesas atrapadas en sus castillos preocupadas porque perdieron su zapato o besaron a un sapo. Cada vez veo a más mujeres inteligentes y fuertes que se ponen su armadura todos los días a vivir aventuras, matar al dragón y a salvarse a ellas mismas una y otra vez. ¿Qué mejor final del cuento, no cierto? Convertirnos en nuestras propias heroínas. Seamos lo suficientemente valientes para escribir nuestra historia y crear el final del cuento que queremos.
Por Marinés Adrianzen
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